Tanto el maltrato psicológico como el físico no suelen aparecer de la noche a la mañana. Empieza con pequeños indicios que más adelante van tomando forma en conductas claramente hostiles y que con el tiempo van en aumento. La víctima por su parte se va "acostumbrando" o buscando diferentes estrategias adaptativas para sufrir lo menos posible.
Muchas veces nos preguntamos por qué la persona que sufre maltrato sigue conviviendo con su agresor. Hay factores clave que influyen, como una falta de control de la situación, baja autoestima y dependencia emocional, que juntos generan un estado de miedo a un futuro en soledad.
A nivel de personalidad a las personas víctimas se les atribuye una baja autoestima, sentimientos de culpa y menor asertividad. Aún así no se ha podido esclarecer si se trata de una personalidad previa al maltrato o como consecuencia de éste, muchas veces es a consecuencia del maltrato y del tiempo que se sufre.
Otro factor importante son las creencias que generan las víctimas respecto al tema, como tener vergüenza de decirlo, creer que los hijos necesitan un padre y una madre y que se debe mantener la familia unida, creer que una no podrá salirse sola, pensar que la pareja cambiará o que ella tiene la culpa de que él se porte mal.
Suelen haber también amenazas por parte del agresor diciendo que si lo deja habrán consecuencias más graves.
Si una persona será capaz de romper la convivencia y tomar la decisión, dependerá de si tiene respuestas a las siguientes dos preguntas:
-¿estaré mejor fuera de la relación? Y
-¿seré capaz de salir con éxito de esta relación?
Si hay respuestas positivas y ella ya se ha dado cuenta de que él (o ella) no va a cambiar, será capaz de tomar la decisión de romper la relación.
En el maltrato se identifican tres fases:
Primera fase: Hay un acostumbramiento progresivo y la mujer/ hombre no le da importancia creyendo que se solucionará con amor.
Segunda fase: Es cuando se crea un apego paradójico (ternura – violencia); la mujer o el hombre se culpa a sí misma de lo que está ocurriendo.
Tercera fase: Cuando la violencia ya es continua y la víctima pierde la esperanza de que suceda algún cambio. Es cuando entra en una vía muerta que le puede llevar a la depresión. En esta fase si se atribuyen los hechos a factores externos y se sobrevaloran los factores positivos de la relación (tener hogar,…) se puede crear el síndrome de Estocolmo.
Las consecuencias del maltrato suelen ser estrés postraumático, interfiere en la vida diaria de la persona y las humillaciones contínuas tienen un impacto similar a las agresiones físicas.
Muchas veces las víctimas suelen generar estrategias de afrontamiento inadecuadas, que pueden ser de tipo interno o externo. Del tipo interno sería llorar, protegerse de los golpes o hablar con el maltradador, también gritar, devolverle los golpes, etc. La forma externa sería buscar seguridad externa yendo a casa de amigos o familiares, que se suele hacer cuando la violencia es mayor.
Si se decide abandonar al agresor, se corre riesgo sobretodo los primeros meses, pero luego existe la posibilidad de rehacer la vida, con ayuda y protección. En cambio, si se decide quedarse con el agresor desarrollará tácticas de afrontamiento como lo son las distorsiones cognitivas que incluyen negación o minimización del problema, justificar los actos violentos,… también puede haber consumo de sustancias adictivas, intentos de suicido o incluso homicidio del agresor.
Para concluir se puede decir que el maltrato sólo puede ser soportado si se generan las distorsiones cognitivas (negarlo, justificarlo, quitarle importancia,...) al respecto y se desarrollan unas estrategias de afrontamiento equivocadas (llorar, hablar con él, huir por un tiempo,...) como las que se acaban de indicar, pero no se soluciona.